Jimmy Floyd desencadenado

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En un lugar del Atlántico oeste de cuyo nombre el fútbol debe acordarse, Paramaribo, no ha mucho tiempo que nació uno de los delanteros más poderosos de las dos últimas décadas.


La capital de Surinam, un rincón azotado históricamente por la dictadura y la pobreza, acogió el origen de un híbrido entre carro de combate y francotirador que, 36 años y 245 goles más tarde, exigiría un lugar entre las leyendas de este deporte.


Con pistoletazo de salida en esta república situada al norte de Brasil, el joven Hasselbaink desembarcaba en la Europa de las grandes estrellas. Jimmy chocó contra el continente, experimentando ese espectro denominado ‘período de adaptación’ por quienes saben de esto. Del Stormvogels Telstar holandés al AZ Alkmaar y de allí, que levante la mano quien lo entienda, a la lista de activos sin equipo. Menos mal que la dirección deportiva del Campomaiorense portugués acudió al rescate. Empezaba su matrimonio con la Península Ibérica.


Ídolo, héroe, caída. Dos excelsas temporadas en el país vecino atrajeron las miradas de Jesús Gil, presidente del Atlético de Madrid. Aquí un paréntesis. Jimmy se llama Jerry, no Jimmy. Cuentan que Gil pidió expresamente a la prensa este simpático rebautizo. Y es que no hay otro motivo para la explicación que el alcalde de Marbella nunca acertaba con el original. Así que llámenle ustedes como más les guste, porque Hasselbaink llegó para reivindicar halagos a base de goles: 24 en 34 partidos para ser exactos.


Jimmy Floyd Hasselbaink brillaba al mismo tiempo que el destello rojiblanco se apagaba en el cielo. Adquiría tintes rojos, de fuego infernal. Las jornadas se sucedían y empujaban al equipo rojiblanco al precipicio de la Segunda división. En el estadio Carlos Tartiere predomina el olor a la categoría de oro incluso a día de hoy, pero existió una fecha en que este escenario acogió al Oviedo disfrazado de verdugo colchonero. El Atlético de Madrid se jugaba el descenso y el colegiado señaló penalti para los de Antić. Once metros que decidían un año para olvidar. Nunca una pena máxima rindió tanto homenaje a su nombre.


Hasselbaink exhibió su olfato durante toda aquella desgraciada campaña. Firmó tantos que valieron victorias frente al Real Madrid en unas citas que permanecerían grabadas por muchos años en calidad de irrepetibles. Entonces llegó ese instante, ese golpeo en el que, moneda al aire, se decidía el futuro de una entidad histórica. La tanqueta de Paramaribo erró y comenzó ‘ese añito en el infierno’. Para más inri, el club de la ribera del Manzanares cayó en la final de copa contra el Espanyol con el celebérrimo error del guardameta Toni.


Tan inexplicable resultó el resultado del ‘Atleti’ como comprensible la posterior marcha de Hasselbaink, cuya categoría merecía el máximo nivel. El Chelsea firmó a la promesa convertida en realidad. Asociado con Eiður Guðjohnsen y Quique De Lucas, el ‘9’ del Chelsea no defraudó y enseñó su repertorio al mundo: una velocidad endemoniada, un disparo venenoso y un manejo de ambas piernas admirable. Todo para regalar 87 obras de arte a la hinchada de Stamford Bridge. Pero la llegada de un José Mourinho propició la marcha de Jimmy, que puso el broche a su carrera reventando redes en Middlesbrough, Charlton Athletic y, finalmente, el mítico Cardiff.


¿Qué fue de Jimmy Floyd Hasselbaink? Ahora dirige al Royal Antwerp de la segunda división belga y su trayectoria en los banquillos no ha hecho más que comenzar. Un nuevo reto para un hombre acostumbrado a vencer. La gente recuerda a Jimmy, Amberes quiere a Floyd, el fútbol aclama a Hasselbaink. Felices 42.


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